Evangelización como proceso

 



2.  NATURALEZA DE LA EVANGELIZACIÓN


La evangelización no admite definiciones parciales y fragmenta- rias, si no es con el riesgo de empobrecerla e incluso mutilarla. La di- versidad de elementos que integran la evangelización, ha originado la tentación de identificar alguno de estos aspectos con la misma evange- lización. Así el anuncio, testimonio, enseñanza, sacramentos, amor al prójimo, hacer discípulos son vías o medios de evangelización, pero ninguno de ellos la agota. Es preciso, por tanto, entender la evangeli- zación 5 como el proceso mediante el cual la Iglesia, movida por el Es- píritu Santo anuncia y difunde el Evangelio en todo el mundo, de tal forma que,

— impulsada por la caridad, impregna y transforma todo el orden temporal, asumiendo y renovando las culturas;

— da testimonio entre los pueblos de la nueva manera de ser y de vivir que caracteriza a los cristianos; 


— y proclama explícitamente el Evangelio, mediante el primer anuncio, llamando a la conversión;

— inicia en la fe y vida cristiana, mediante la catequesis y los sa- cramentos de la iniciación, a los que se convierten a Jesucris- to, o a los que reemprenden el camino de su seguimiento, in- corporando a unos y reconduciendo a otros a la comunidad cristiana;

— alimenta constantemente el don de la comunión en los fieles mediante la educación permanente de la fe (homilía y otras formas del ministerio de la Palabra), los sacramentos y el ejer- cicio de la caridad;

— y suscita continuamente la misión, al enviar a todos los discí- pulos de Cristo a anunciar el Evangelio, con palabras y con obras, por todo el mundo.

A través de la evangelización, la Iglesia busca transformar todo desde dentro, renovar la misma humanidad con la fuerza del Evange- lio, convertir la conciencia personal y colectiva de los hombres, la ac- tividad en la que ellos están comprometidos y su vida y ambientes concretos. La evangelización no pretende dar un barniz superficial, sino evangelizar las culturas, transformándolas e iluminándolas con la luz del Evangelio.

Todos los elementos que intervienen en este complejo proceso de evangelización pueden parecer en ocasiones contrastantes, incluso a veces exclusivos, pero son complementarios y mutuamente enriquece- dores: la gran tarea para tener la plena comprensión de la actividad evangelizadora de la Iglesia es saber componer estos elementos, más que oponerlos entre sí.



3.  LA EVANGELIZACIÓN COMO PROCESO 6


La evangelización es un proceso dinámico, que se desarrolla de forma gradual, estructurado en etapas o momentos esenciales que coinciden de alguna manera con las etapas del nacimiento, crecimien- to y maduración de la fe. Dentro de este recorrido, la catequesis apare- cerá como una de las acciones principales —esenciales— del proceso total de evangelización, de la que es parte integrante. 


Se puede considerar este proceso evangelizador desplegado fun- damentalmente en tres fases o etapas sucesivas que llevan a la profe- sión de la fe y la plenitud de la vida cristiana:

1) La acción misionera, dirigida a los no creyentes y a los que vi- ven en la indiferencia religiosa.

2) La acción catequético-iniciatoria, para los que optan por el Evangelio y para los que necesitan completar o reestructurar su iniciación.

3) La acción pastoral, para atender a los fieles cristianos ya ma- duros de la comunidad cristiana.




a)  La acción misionera o el primer anuncio


La acción misionera es el punto de arranque de la evangelización: por medio de la acción misionera, los cristianos, con el testimonio de su vida y el anuncio explícito del Evangelio, tratan —con la ayuda de la gracia— de suscitar en los no creyentes y alejados de la fe la con- versión inicial a Jesucristo.

A esta fase se le ha llamado también predicación kerygmática, ya que anuncia la fe cristiana con el acento de novedad, de buena nueva. A través de ella se hace llegar el primer anuncio del Evangelio, el mensaje de que «en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios» 7. Este anuncio suscita en los oyentes —todos aquellos que no conocen o no viven la Buena Nueva del Evangelio— interrogantes e inquietudes, y una simpatía e interés inicial hacia la fe.

La catequesis propia de esta etapa se distingue del primer anun- cio, pero está estrechamente relacionada con él, pues tiene la misión de ayudar a madurar la conversión inicial, acompañando en la fe al re- cién convertido e incorporándolo a la comunidad cristiana. Este tipo de catequesis recoge y hace madurar los frutos de la conversión ini- cial, pues «gracias a la catequesis, el kerigma evangélico —primer anuncio lleno de ardor que un día transformó al hombre y lo llevó a la decisión de entregarse a Jesucristo por la fe— se profundiza poco a poco, se desarrolla en sus corolarios implícitos, explicado mediante un 


discurso que va dirigido también a la razón, orientado hacia la práctica cristiana en la Iglesia y en el mundo» 8.

La catequesis tiene con el primer anuncio una relación de distin- ción en la complementariedad. Ambas acciones se reclaman mutua- mente: hay que «ir», según el mandato del Señor, y después «acoger»; hay que «anunciar» y luego «educar»; es preciso primero «llamar» para poder luego «incorporar». El primer anuncio del Evangelio des- cubre el Misterio de Cristo e invita a la conversión; la catequesis trata de poner los fundamentos para la edificación de la fe.

En la actualidad conviene advertir que muchos cristianos bautiza- dos, niños, jóvenes y adultos, no han vivido esta primera fase o etapa de la evangelización, o una vez iniciada la han interrumpido. De ma- nera que no ha culminado el proceso de la conversión inicial y se en- cuentran bautizados, pero no suficientemente iniciados. Con frecuen- cia, estas personas que acuden a la catequesis necesitan una verdadera conversión: vivir esta primera fase de la catequesis que lleva a la con- versión. Dentro de la misión ad gentes, esta tarea se realiza con el lla- mado precatecumenado; y en otras situaciones, con la llamada cate- quesis kerigmática o precatequesis. Es decir, «que la catequesis debe a menudo preocuparse no sólo de alimentar y enseñar la fe, sino de sus- citarla continuamente con la ayuda de la gracia, de abrir el corazón, de convertir, de preparar una adhesión global a Jesucristo en aquellos que están aún en el umbral de la fe. Esta preocupación inspira parcialmen- te el tono, el lenguaje y el método de la catequesis» 9.

En definitiva, sólo cuando haya habido previamente una conver- sión, la catequesis podrá desarrollar su tarea específica de educación de la fe.

Convendrá advertir, finalmente, que el hecho de que la catequesis pueda hacer funciones de primer anuncio no exime que en los países o las diócesis se institucionalice el primer anuncio que lleva a la conver- sión. Esta advertencia concierne obviamente a regiones de tradición cristiana 10. 


b)  La acción catequético-iniciatoria 11


En la segunda fase del proceso de evangelización, la acción ecle- sial, dirigida a los que han optado por el Evangelio, trata de conducir- los a la confesión de fe, que es algo inherente al mismo hecho de estar bautizado. La misión de la catequesis 12  en esta fase es capacitar bási- camente a los cristianos para entender, celebrar y vivir el Evangelio, y así poder participar activamente en la realización de la comunidad eclesial y en el anuncio e instauración del Reino de Dios entre los hombres. Afirma Juan Pablo II, citando a Pablo VI, que «la catequesis es uno de esos momentos —¡y cuán señalado!— en el proceso total de evangelización» 13: la catequesis es, esencialmente, una acción catecu- menal que trata de conducir hacia la madurez de la fe a quienes han dado ya su adhesión al Evangelio o se encuentran deficientemente ini- ciados en la vida cristiana.

«Los cristianos no nacen, se hacen» 14. Con esta célebre frase, Ter- tuliano apuntaba a una de las actividades en las que la Iglesia se ha mostrado incansable. Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se ha seguido un camino, una iniciación con diversas etapas que se recorren más o menos rápidamente. Este camino comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra de Dios, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el bautismo, la efusión del Espíritu Santo en la confirmación, el acce- so a la comunión eucarística 15.

La iniciación cristiana es la inserción de un candidato en el miste- rio de Cristo, muerto y resucitado, y en la Iglesia por medio de la fe y de los sacramentos. Conviene recalcar que la iniciación cristiana tiene su origen en la iniciativa divina y supone la decisión libre de la perso- na que se convierte al Dios vivo y verdadero por la gracia del Espíritu Santo, y pide ser introducida en la Iglesia.

Desde que se imparte de forma ordinaria el bautismo de los ni- ños, hay dos formas de recorrer el camino de la iniciación cristiana. Para los niños ya bautizados, recibiendo los sacramentos de la confir- mación y la eucaristía a lo largo de la infancia, la adolescencia y la ju- 

LA EVANGELIZACIÓN



ventud. Para las personas no bautizadas (niños, jóvenes o adultos), a través del catecumenado, que culmina en la celebración de los tres sa- cramentos de la iniciación cristiana: bautismo, confirmación y euca- ristía.

La iniciación cristiana, en cualquiera de los casos, no se puede realizar sin un itinerario catequético que ayude a crecer y a madurar la vida de fe. La catequesis es así elemento fundamental de la inicia- ción cristiana y está estrechamente vinculada a los sacramentos de la iniciación, especialmente al bautismo. De hecho, la finalidad de la ca- tequesis es propiciar una viva, explícita y operante profesión de fe bau- tismal.

Este tipo de catequesis al servicio de la iniciación cristiana se ca- racteriza por proponer de forma orgánica y sistemática la fe; por ello no puede quedarse en mera enseñanza, sino que busca un aprendizaje de la vida cristiana, una iniciación cristiana integral. La catequesis de iniciación pone los cimientos sobre los cuales se pueda construir la vida cristiana.

«En síntesis —señala el Directorio— la catequesis de inicia- ción, por ser orgánica y sistemática, no se reduce a lo meramente circunstancial u ocasional; por ser formación para la vida cristiana, desborda —incluyéndola— a la mera enseñanza; por ser esencial, se centra en lo “común” para el cristiano, sin entrar en cuestiones dis- putadas ni convertirse en investigación teológica. En fin, por ser ini- ciación, incorpora a la comunidad que vive, celebra y testimonia la fe» 16.

La catequesis de iniciación, ofreciendo una formación básica y esencial, ejerce tareas de iniciación, de educación y de instrucción.



c)  La acción pastoral y la educación permanente de la fe


Con la formación básica y fundante de la iniciación no ha termi- nado la educación en la fe; es precisa una educación permanente de la fe, que se realiza en el seno de la comunidad cristiana, que acoge y acompaña al catequizado hasta su plena integración en Cristo y en la Iglesia. La acción pastoral es el conjunto de acciones que, a través del ministerio de la Palabra, de la liturgia y de la caridad, la comunidad cristiana realiza con sus miembros ya iniciados en la fe para alimentar- 

MISIÓN EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA



los, fortalecer su comunión eclesial e incorporarlos a la tarea evangeli- zadora de la Iglesia.

Para la educación permanente de la fe se pueden usar diversas for- mas de catequesis, como son:

— El estudio y profundización de la Sagrada Escritura.

— La  lectura  cristiana  de  los  acontecimientos,  con  especial acento en el estudio y profundización en la doctrina social de la Iglesia.

— La catequesis litúrgica, que prepara a los sacramentos y per- mite entender y vivir mejor la liturgia.

— La catequesis ocasional, que se da ante determinados aconte- cimientos y circunstancias de la vida personal, familiar, ecle- sial y social.

— Las iniciativas de formación espiritual, encaminadas a fortale- cer las convicciones y ayudar a perseverar en la oración y en los compromisos del seguimiento de Cristo.

— Y finalmente, la enseñanza de la teología, en sus diversos ni- veles y modalidades, que permite una profundización sistemá- tica del mensaje cristiano.

Al conjunto de todas estas enseñanzas se le ha llamado «cateque- sis perfectiva».

La acción misionera, catequética y pastoral, más que etapas tem- porales que se suceden una tras otra, son momentos que establecen la relación dinámica entre las diferentes acciones evangelizadoras. Este proceso evangelizador se cierra y abre en la Iglesia continuamente:

«El que ha sido evangelizado evangeliza a su vez» 17.


Un esquema que resume todo lo tratado es el siguiente: 

 


4.  LAS PLENITUD DE LA VIDA CRISTIANA, META DE LA EVANGELIZACIÓN


La meta de la evangelización es la conversión y la plenitud de la fe. El mensaje que Jesucristo predicaba es el mismo que resuena hoy en la evangelización: «Convertíos y creed en el Evangelio» 18. Porque la fe cristiana es, ante todo, conversión a Jesucristo, adhesión a su Per- sona con el propósito de caminar en su seguimiento, de ser su discípu- lo. Ello supone pensar, juzgar y vivir como Él lo hizo.

La fe incluye una doble dimensión: la adhesión personal del hom- bre a Dios y, al mismo tiempo e inseparablemente, el asentimiento li- bre a toda la verdad que Dios ha revelado. La fe es un acto personal, pero no es un acto aislado: se recibe, se profesa y se vive en la Iglesia.

La fe lleva además a un cambio de vida, a una metanoia, una transformación profunda de la mente y del corazón que se manifestará en las múltiples dimensiones de la vida personal, familiar y social. No basta la voluntad del hombre para esta conversión: la fe es un don de Dios, fruto de su gracia.

La fe y las obras de la fe deben crecer en el creyente durante toda la vida en un proceso de conversión permanente. Momentos importan- tes de este proceso son:

— El interés por el evangelio, que, fruto de la gracia de Dios, le inclina a creer, a sentir una atracción hacia la fe, a conocer más.

— La conversión propiamente dicha, que lleva a la adhesión a la persona y a la doctrina de Cristo.

— La profesión de la fe, que es la meta de la catequesis; el cami- no hacia la perfección, hacia la plenitud de la vida cristiana, la santidad, a la que está llamado desde el bautismo.



5.  RESPONSABLES DE LA EVANGELIZACIÓN


El 5 de noviembre de 1982, Juan Pablo II se dirigía, en Granada, a los educadores cristianos con estas palabras: «Esa misión que es un deber eclesial: “Ay de mí si no evangelizare” (1 Cor 9, 16), sigue te- niendo en nuestros días una importancia trascendental (...). Tal misión no es privativa de los ministros sagrados o del mundo religioso, sino que debe abarcar los ámbitos de los seglares, de la familia, de la escue- 


la. Todo cristiano ha de participar en la tarea de la formación cristiana. Ha de sentir la urgencia de evangelizar “que no es para mí motivo de gloria, sino que se me impone” (1 Cor 9, 16)».

Es la Iglesia entera, todo el Pueblo de Dios, quien tiene el deber y el derecho fundamental de la evangelización. Esto lleva a dos convic- ciones: que evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino una acción profundamente eclesial; y que ningún evangelizador es dueño absoluto de su acción evangelizadora, sino que debe actuar en comunión con la Iglesia y sus Pastores. Es evidente que las tareas de los distintos miembros del Pueblo de Dios —Romano Pontífice, obispos, sacerdotes, religiosos y seglares— serán comunes y diferen- ciadas según su ministerio y carisma propios.

Entre las principales actitudes que deben animar a los evangeliza- dores conviene destacar el reconocimiento de saberse enviados y ani- mados por la acción del Espíritu Santo. Asumen, por tanto, la respon- sabilidad de ser: testigos auténticos, que viven y practican lo que transmiten; promotores de unidad y comunión eclesial, para hacer creíble lo que anuncian; y servidores de la verdad, animados por el amor y el fervor de los santos.

La Virgen María, que «en la mañana de Pentecostés presidió con su oración el comienzo de la evangelización bajo el influjo del Espíri- tu Santo, debe ser la estrella de la evangelización siempre renovada que la Iglesia, dócil al mandato del Señor, debe promover y realizar, sobre todo en estos tiempos difíciles llenos de esperanza» 19.



6.  DESTINATARIOS DE LA EVANGELIZACIÓN


La evangelización, según las últimas palabras de Jesucristo antes de la Ascensión, va dirigida a todo el mundo: «Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura» 20. Los Apóstoles y luego sus su- cesores han cumplido esta misión, a pesar de las dificultades, obstácu- los y persecuciones. Las dificultades han provenido tanto de los evan- gelizadores como de los evangelizados, así como de los poderes públicos, que en ocasiones se han opuesto —y se oponen— tenazmen- te a ese derecho-deber que tiene la Iglesia de evangelizar 21. Como de- cía Pablo VI, «no obstante estas adversidades, la Iglesia reaviva siem- 


pre su inspiración más profunda, la que le viene directamente del Maestro: ¡A todo el mundo! ¡A toda criatura! ¡Hasta los confines de la tierra!» 22.

Habrá que anunciar a Jesucristo y su Evangelio a los que no le co- nocen; a los que practican religiones no cristianas; pero también a los que tienen una fe bien arraigada, y necesitan que se les ayude a pro- fundizarla, consolidarla y alimentarla para que se haga cada día más madura.

Juan Pablo II abre nuevos horizontes de evangelización que van más allá de los puramente geográficos; la dirige también a los que vi- ven en el secularismo ateo, los que no practican ni viven su fe. Son los llamados aerópagos en los que hoy se debe realizar la evangelización: ámbitos territoriales, mundos y fenómenos sociales nuevos y áreas culturales o aerópagos modernos 23.

Aunque son muy diversas las situaciones sociales y religiosas con las que se encuentra la evangelización, se pueden reducir a las tres si- guientes:

— Allí donde no conocen a Cristo y su mensaje de salvación, o donde faltan comunidades cristianas suficientemente maduras para encarnar la fe en el propio ambiente y anunciarla a los de- más. Esta situación reclama la misión ad gentes.

— Donde hay comunidades cristianas maduras en la vida cristia- na, con estructuras eclesiales adecuadas y sólidas, pero que si- guen necesitando una intensa acción pastoral.

— Países de tradición cristiana, donde la fe se ha entibiado o ha sido abandonada, demandan una nueva evangelización.

Estas situaciones sociorreligiosas son cambiantes y no se presen- tan en estado puro, pues conviven en un mismo territorio. Por eso se necesita una mutua conexión entre las diversas acciones evangelizado- ras correspondientes a estas situaciones, de forma que se influyan, es- timulen y ayuden entre ellas. Para el mutuo enriquecimiento de esas acciones, conviene tener en cuenta que la misión ad gentes es la res- ponsabilidad más específicamente misionera que Jesús ha confiado a su Iglesia.

Se puede concluir diciendo que en cada una de estas situaciones

«la catequesis, situada en el interior de la misión evangelizadora de la 


Iglesia como “momento” esencial de la misma, recibe de la evangeli- zación un dinamismo misionero que la fecunda interiormente y la con- figura en su identidad. El ministerio de la catequesis aparece, así, como un servicio eclesial fundamental en la realización del mandato misionero de Jesús» 24.



7.  ÁMBITOS DE LA EVANGELIZACIÓN


La Iglesia actúa a través de muchas formas o modalidades para educar la fe de sus hijos, ya que se puede afirmar que «todo lo que hace la Iglesia contribuye, de alguna manera, a educar la fe de los cris- tianos. La Iglesia educa la fe no sólo por su predicación y catequesis, sino también por sus celebraciones litúrgicas, por la acción caritativa y el testimonio de sus miembros e, incluso, por su misma configuración. Todo su ser y su vivir tiene una dimensión educativa» 25.

Entre las diversas formas o modalidades de la educación en la fe, se pueden citar la educación cristiana familiar; la catequesis parro- quial; la enseñanza religiosa escolar; la formación cristiana dentro de las asociaciones y los movimientos apostólicos; la predicación y espe- cialmente la homilía; la educación escolar de inspiración cristiana; el anuncio del mensaje cristiano a través de los medios de comunicación social; la enseñanza de la teología; los ejercicios espirituales, retiros, cursillos, jornadas de reflexión, etc.

De entre estas modalidades se pueden considerar ámbitos privile- giados para la educación en la fe la familia, la parroquia y la escuela. Es en estos tres ámbitos donde el cristiano recibe la fundamentación básica de su fe, de modo análogo a como el hombre recibe en la fami- lia y en la escuela la educación humana básica y fundamental.

Hoy día conviene distinguir entre estas modalidades y ámbitos de educación en la fe, pero teniendo en cuenta que todas ellas —en mayor o menor grado— son herederas de una única tradición que se ha lla- mado hasta hace poco, sin más, catequesis. Son modalidades distintas, pero siempre convergentes porque son formas que favorecen el reso- nar de la Palabra de Dios, con el sentido totalizante que tiene esa pala- bra. Son formas que están íntimamente entrelazadas y se complemen- tan entre sí. 


8.  LA EVANGELIZACIÓN   MISIÓN ESENCIAL DE LA  GLESIA


Concluimos este capítulo remarcando una vez más que la evange- lización es la misión esencial de la Iglesia. Como recoge San Lucas, el Señor señala claramente que «es necesario que yo anuncie también a otras ciudades el Evangelio del Reino de Dios, porque para esto he sido enviado» 26. Jesucristo mismo es el Evangelio de Dios. San Pablo señala respecto a su misión de apóstol: «no me envió Cristo a bautizar sino a evangelizar» 27.

La Iglesia, instituida por Jesucristo para continuar entre los hom- bres su obra salvadora, es consciente de que «la tarea de la evangeliza- ción de todos los hombres constituye su misión esencial»; «evangeli- zar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar» 28.

En efecto, los vínculos entre la Iglesia y la evangelización son tan íntimos que la Iglesia nace de la acción evangelizadora de Cristo y de los Apóstoles; es instituida y enviada al mundo por Cristo. Aunque evangelizadora, comienza por evangelizarse a sí misma, a través de una conversión y renovación constante de todos sus miembros, para poder evangelizar al mundo de manera creíble. Ella es la depositaria del mensaje de la evangelización, que conserva como un depósito vi- viente y precioso, no para tenerlo escondido, sino para comunicarlo. Finalmente, es la que envía a los evangelizadores a predicar no a sí mismos o sus ideas personales, sino un Evangelio del que ni ellos ni ella son dueños y propietarios absolutos para disponer de él a su gusto, sino ministros para transmitirlo con suma fidelidad.


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